Brasil de Fato completa 20 años de comunicación popular y lucha por la democracia
Era enero de 2003. Brasil celebraba la primera elección de Luiz Inácio Lula da Silva; en Argentina, Néstor Kirchner se preparaba para conquistar su primer mandato presidencial, tras el desastre económico neoliberal. En Bolivia, el Movimento Al Socialismo de Evo Morales y sus cocaleros se fortalecía en un país que, pocos meses después, vería sus calles tomadas por protestas contra la privatización del gas natural, en el episodio que se conoció como “La Guerra del Gas”. Estados Unidos presionaba a la comunidad internacional para que apoyara la invasión de Irak, que se consumaría dos meses después.
Estos son algunos hechos que componen el contexto en el que más de 100 mil personas se reunieron en Porto Alegre, estado de Rio Grande do Sul, Brasil, para la tercera edición del Foro Social Mundial, entre los días 23 y 28 de enero.
Y, el 25 de enero, 7 mil de ellas llenaron el Auditorio Araújo Viana, en el Parque Farroupilha, para un evento histórico: el lanzamiento de Brasil de Fato, una iniciativa periodística pionera organizada por movimientos populares brasileños.
La mesa de apertura muestra la importancia del momento: estaban presentes el escritor uruguayo Eduardo Galeano, la médica cubana Aleida Guevara, hija del Che, el lingüista estadounidense Noam Chomsky, la argentina Hebe de Bonafini, líder de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, el fotógrafo Sebastião Salgado y el teólogo Leonardo Boff, entre otros nombres de la izquierda nacional y mundial.
El primer editor que lideró el proyecto, el periodista y profesor de la Pontificia Universidad Católica de São Paulo (PUC-SP) José Arbex recuerda la emoción del día. “Fue una cosa impresionante. 7 mil personas dentro de la sala y otras tantas afuera, viéndolo en la gran pantalla. Una cosa tremenda. Me acerqué a Stedile [João Pedro, líder del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra] y le dije ‘esto parece que marcha, eh’. Todos estaban entusiasmados”, recuerda.
Perspectiva popular
La propuesta era crear un periódico impreso, de venta en quioscos, con distribución nacional y una tirada de 100 mil ejemplares para “competir con los grandes diarios”, en las palabras de Arbex. Es decir, un medio popular y democrático, que llevara el punto de vista de la izquierda y de los movimientos populares a la sociedad brasileña, disputando la interpretación de los hechos políticos con los medios tradicionales.
“Ahora bien, no se suponía que fuera un periódico partidario. Debería ser amplio, traer las más diversas tendencias dentro del periódico y tratar temas del día a día”, explica Arbex.
Uno de los creadores del proyecto, João Pedro Stedile, líder del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST), cuenta que la idea surgió de un “desafío histórico para las izquierdas y los movimientos populares de que es necesario que tengamos nuestra propia voz, nuestros medios de comunicación de masas, y no solo depender de medios de otras clases, que transmiten sus visiones del mundo”.
Hoy al frente de la dirección del proyecto, la periodista Nina Fideles acababa de ingresar al equipo de Comunicación de MST en 2003 como encargada de prensa y en el complicado escenario de la Comisión Parlamentaria de Investigación (CPI) sobre la Tierra. Creada con el argumento de discutir la estructura agraria brasileña y proponer un modelo de reforma agraria para reducir la violencia en el campo, la CPI se convirtió en un escenario de virulentos ataques de políticos vinculados a la bancada ruralista contra los movimientos del campo, en especial el MST.
“Es interesante porque es el mismo período en que se crea Brasil de Fato. Y es interesante porque me parece que incluso nació de las circunstancias y demandas de lograr más visibilidad para un proyecto popular. Era un momento en que los movimientos estaban siendo fuertemente atacados en la CPI de la Tierra, que obviamente solo toma los movimientos del campo, una señal muy emblemática de que había un ataque al proyecto popular en Brasil. Y luego culmina en este momento histórico, la creación de un medio que podría dar visibilidad a la agenda, disputar narrativas”, analiza.
Una experiencia singular
El proceso de discusiones para la elaboración de BdF se desarrolló a lo largo de 2002 y “fue muy rico, colectivo y prolongado”, según Stedile. “Nos dimos cuenta de que había cambios en la sociedad, había una gran posibilidad de que Lula ganara las elecciones y la izquierda no tenía periódico, ni radio, ni TV para que pudiéramos dar la batalla”, recuerda.
Las discusiones comenzaron a principios de 2002, en un colectivo nacional que se reunía todos los meses. En el grupo estaban representantes de movimientos populares, sindicatos, partidos y organizaciones de izquierda, además de históricos periodistas de la prensa alternativa nacional, como Alípio Freire y Vito Giannotti, ambos ya fallecidos.
“Seguramente eran más de 50 personas”, dice el dirigente, que estaban “generando las condiciones, buscando apoyos, recursos. Incluso hicimos sorteos, cenas, etc. Todo se discutió colectivamente y remitimos lo acordado”.
Esta conexión orgánica con los movimientos populares, desde su génesis, hizo que el proyecto tuviera características únicas, en la visión de Mateus Pismel, investigador y magíster en Comunicación, quien tuvo al periódico como tema de su disertación.
“Brasil de Fato es una experiencia muy singular. Creo que su nacimiento es el resultado de una acumulación de reconocimientos por parte del MST. Aliado a la elección de Lula, el movimiento era una organización que podía ser el eje en la gestación de un periódico para un campo de izquierda. Y el MST es incomparable en América Latina, así como en el mundo occidental, como movimiento popular”, sostiene.
Comités populares
Según el proyecto original creado por el colectivo, BdF contaría con el siguiente equipo: un director editorial y un coordinador “con funciones de ‘pauteiro’ [responsable de elegir las noticias del día]”, a cargo de tres editores y tres reporteros, para las secciones Brasil, Internacional y Cultura/Deportes. Todos contarían con el apoyo de un secretario de redacción. Para la parte visual, un editor de arte y “un diseñador para el maquetado”.
Esas 11 personas trabajarían en una redacción central, ubicada en la ciudad de São Paulo, y deberían organizar una “red de corresponsales y colaboradores regionales y locales”, según el documento. “Será un desafío organizar las redacciones regionales, que brindarán información, artículos, etc. y distribuirán el periódico en todo Brasil.”
Una tarea para nada trivial. La forma en que se abordó ese desafío muestra la influencia que tuvo la forma de trabajar de los movimientos: organización de base y militancia.
“La idea original era constituir comités populares en los que las personas aportaran reportajes, materias, aunque no necesariamente desde el periodismo”, recuerda Arbex. “Entonces, uno vive en algún barrio y luego sucede algo que merece ser denunciado, un episodio racista, un enfrentamiento con la policía, una feria de libros de arte, una velada poética… La idea era que fuera al comité del periódico de su ciudad o estado y nos enviara el artículo para que lo publicáramos”.
Si las dificultades logísticas de un proyecto de esa envergadura ya serían grandes hoy, imagínense en un momento en que internet daba sus primeros pasos en el país. Para que se haga una idea, según una encuesta de Network Wizards, en enero de 2003 había 22,4 millones de usuarios de internet en Brasil – de estos, solo 1,1 millones tenían conexión de banda ancha, según el estudio Brazil Broadband Markets and Technologies 2004, de IDC Brasil.
A modo de comparación, en 2021 había 155,7 millones de personas accediendo a la red, según la Encuesta Nacional por Muestreo de Hogares (PNAD), con acceso en un 90% de los hogares.
Y tampoco se podía acceder a internet a través del teléfono celular. La tecnología 3G recién se expandió en el país a partir de 2004 y en ese entonces los modelos de celulares disponibles poco se parecían a los actuales. En 2003, se lanzaría el Nokia 1100, el dispositivo más vendido de todos los tiempos, con una pantalla pixelada y la capacidad de hacer llamadas, enviar mensajes de texto, mostrar la hora, y eso es todo. Sin cámara, bluetooth o acceso a internet. El primer modelo de smartphone, ya con más funciones, fue lanzado en Brasil recién en 2008 por Apple.
Antes de la popularización de internet, “no era fácil tener un medio de comunicación alternativo a los grandes medios”, analiza Arbex. “Había radios comunitarias, pero fueron perseguidas por la Policía Federal, las cerraron, los militantes que abrieron radios comunitarias fueron amenazados de arresto”.
“Llegamos a tener algunas reuniones con los comités populares del periódico. Recuerdo que tuve una reunión en Belo Horizonte que fue maravillosa. Estaba presente el tendero, profesores, estudiantes, prostitutas que participaron en la reunión y llevaron sus indicaciones”, dice.
Boicot
Sin embargo, producir el contenido del periódico era solo una parte del problema. También era necesario imprimirlo y, lo que es peor, llegar a los quioscos de todo el inmenso territorio brasileño.
Y aquí el proyecto enfrentó un serio problema: un boicot corporativo.
En ese momento, pocas empresas se encargaban de la distribución de publicaciones de quiosco con alcance nacional. El primer intento del colectivo fue contratar a una de ellas, proponiendo una relación comercial común.
“Todo iba bien en la negociación. Incluso preguntaron: ‘Mira, llegamos a 36 mil puestos de diario en todo Brasil, ¿cuántos puestos quieren?’ Dijimos que unos 9 mil, el 25% de ese total, ya sería bastante bueno. Dijeron que todo estaba bien, ya estábamos cerrando el contrato”, cuenta Arbex.
“Hasta que llegó el momento en que preguntaron: ‘Pero, espera un momento, ¿quién edita el periódico?’ Cuando empezamos a decirles cuáles organizaciones participaban, particularmente el MST, de repente descubrieron que la operación sería inviable desde el punto de vista económico. Pero, ¿y si hasta ahora todo iba bien? ¿Qué cambió de un momento a otro? Por supuesto, nunca iban a decirlo, pero lo que cambió fue que descubrieron que detrás del periódico estaban organizaciones sociales, en particular el MST”.
Después del revés, los movimientos encontraron una alternativa: una distribuidora formada por la sociedad de dos grandes periódicos. El acuerdo fue cerrado y pagado a valores de mercado por el movimiento. Pero no fue cumplido por la empresa.
Arbex dice que la primera pista que recibió sobre el problema fue en una actividad en el Sindicato de Trabajadores del Puerto de Santos, donde fue invitado a discutir la situación política. Durante el debate, uno de los participantes hizo una pregunta: “¿Por qué Brasil de Fato no llega a Santos?”
“Dije ‘¿cómo es que no llega a Santos? Por supuesto que llega, Santos es una de nuestras prioridades para distribuir el periódico’. Él insistió, ‘no, no llega’. Entonces le dije ‘no, espera un momento, tal vez el quiosco al que fuiste no está recibiendo el periódico, pero hay otros quioscos’. Entonces mucha gente empezó a levantar la mano. ‘No, no. Llegó la primera edición, llegó la segunda edición, pero no llegó la tercera’. Así que nos saltó la alarma, ¿no?”, recuerda.
Al verificar, descubrieron que el problema se repetía en Río de Janeiro, Florianópolis y otras ciudades. “El periódico no llegaba, aunque nos informaron que estaba siendo repartido. Lo que ayuda a ver cuán falaz es esta historia de que hay democracia en Brasil, libertad de expresión. Hay libertad de expresión si uno tiene dinero para pagar, si no lo tiene… Y si uno no es el enemigo, ¿no?”, analiza el periodista.
Demandas del proyecto popular
Entre la falta de recursos y los impases políticos entre las fuerzas de izquierda, se fue modificando el proyecto original. De un diario, el periódico se convirtió en un semanario. Más tarde pasó a ser un tabloide producido regionalmente de distribución gratuita.
Se creó un portal en internet que ha estado batiendo récords de audiencia, superando los 11 millones de visitas en un solo mes en 2022. Se incorporó la experiencia del MST con la radio y hoy se producen contenidos que son retransmitidos por 280 radios comunitarias y educativas de todo el país. Se formó un equipo de producción audiovisual, que desarrolla programas propios y alianzas con otras emisoras. Se desarrollaron canales en las principales redes sociales, con contenidos exclusivos y lenguajes adaptados a cada una de ellas.
Actualmente, BdF reúne todas estas experiencias y produce contenidos adaptados para múltiples plataformas. Todo esto sin renunciar a la propuesta política de acercar a la sociedad las noticias del cotidiano social y político brasileño desde el punto de vista de los movimientos populares y de la izquierda nacional.
“Pienso que el periódico hoy es mucho más maduro, está mucho más pegado a la realidad brasileña que en esa época”, analiza Arbex. “En ese momento, nos guste o no, era un periódico hecho por militantes, predominantemente para militantes –porque el proyecto de hacer un periódico de gran circulación para los quioscos no funcionó–. Entonces se convirtió en un periódico de militantes para militantes. Y esto, en cierto sentido, pesaba sobre las características del periódico. Hoy no. Hoy se tienen posibilidades mucho más amplias”.
Nina Fideles relaciona esta evolución con el rol del proyecto de caminar junto a las demandas y necesidades de los movimientos populares.
“Brasil de Fato siempre ha respondido a una demanda de proyecto popular, de entendimiento, con una muy fina intersección entre el proyecto, las discusiones de la izquierda y la comunicación. Pero también con las tendencias tecnológicas y las nuevas plataformas. Hoy logramos llegar a estos 20 años con una consolidación de lo que es este medio, su alineación política y la tarea de ocupar todos los medios para disputar esa narrativa”, dice Fideles.
De Brasil y del mundo
A lo largo de ese proceso, BdF estuvo presente en momentos clave de lo que ha sido un período turbulento de la historia brasileña. De la elección de la primera mujer presidenta al golpe de Estado que la derrocó. Del crimen perpetrado por la privatizada Vale en Brumadinho a la venta de Eletrobras. Del descubrimiento del presal al calentamiento global. De la crisis de Mensalão a la tercera elección de Lula, pasando por su arresto ilegal y la vigilia en Curitiba.
Todos los temas de la historia brasileña y los debates hechos por la izquierda sobre ellos pasaron por sus páginas, impresas (a través de tabloides periódicos) y virtuales.
Para Fideles, ese proceso fue importante para la propia izquierda, que amplió el alcance de cuestiones fundamentales e hizo que “esos debates cobraran fuerza en la militancia, en los movimientos, que las personas los discutieran en las bases, en los asentamientos, en los campamentos”.
“Estuvo dialogando con la izquierda. Brasil de Fato logró en ese momento ampliar el debate de la izquierda al conjunto de la izquierda. Y así obligó a este grupo a profundizar en los debates de una manera más colectivizada, no centrada en un movimiento u otro”.
Además, planteó la necesidad de que los movimientos debatan el rol de la comunicación en sí. “Cuando uno crea un medio, como que obliga al campo a discutir cómo incidirá sobre esa comunicación, y en eso creo que existe un rol interno que es de alineación, de debate, de cómo usarlo. Me parece que [BdF] involucró a la militancia en una perspectiva de comunicación que es formativa. Y aún hoy se discute la comunicación y cuál sería su rol en el logro de un objetivo final, ya sea la reforma agraria u otro proyecto para Brasil”.
El proyecto Brasil de Fato siguió las tendencias de la comunicación digital, pero nunca se desvió por completo de la idea original de tener un periódico impreso. Pero, en lugar de una edición nacional, la propuesta se transformó.
“La idea de Brasil de Fato como medio de comunicación de los movimientos y comprometido solo con una visión popular del mundo y de la lucha de clases en Brasil fue muy importante y necesaria. En cierto punto del camino, tuvimos que retroceder al formato de tabloides, regionales, donde era posible conseguir apoyo, y así empezamos a hacer ediciones locales, con distribución masiva, gratuita. Y esa fórmula dio resultado y permanece hasta el día de hoy en muchas capitales”, dice Stédile.
Hoy en día, las ediciones regionales son editadas de forma independiente por colectivos en nueve estados brasileños: Bahia, Ceará, Distrito Federal, Minas Gerais, Paraíba, Paraná, Pernambuco, Rio de Janeiro y Rio Grande do Sul. Cada estado tiene su propio equipo y sus propios medios de financiación, pero todos caminan dentro de la línea editorial discutida a lo largo de los años dentro del proyecto y con los movimientos populares.
“Desde Brasil de Fato todavía creemos que es posible disputar una narrativa con lo impreso y vale destacar las experiencias de los estados. Porque así transformamos el material impreso en algo más regional, con más cercanía”, analiza Nina Fideles.
Si, por una parte, Brasil de Fato buscó acercarse a la cotidianidad local de las personas, por otra, nunca abandonó su mirada hacia un mundo globalizado y cada vez más complejo.
“La visión popular de la lucha de clases en América Latina y el mundo siempre ha estado presente, desde las primeras discusiones del colectivo de 2002. Porque, así como faltaba una visión popular de la lucha de clases en Brasil, peor aún eran las noticias que circulaban en los medios burgueses sobre lo que ocurría en el mundo. Entonces esta voluntad política se basó en un principio, pero también en una necesidad”, dice Stédile.
Desde el principio, el periódico buscó desarrollar alianzas con medios similares en diversos países, especialmente en América Latina. Buscó también establecer una red de corresponsales en el extranjero, inicialmente de “forma voluntaria, solidaria”, en las palabras de Stédile, y luego de forma profesional.
Hoy el proyecto cuenta con corresponsales fijos en Argentina, Venezuela, Rusia y Cuba, además de alianzas con medios de todos los continentes.
Como corresponsal en el extranjero durante parte de su carrera, Arbex considera que esa inversión es cada vez más fundamental. El periodista menciona una frase de Steve Bannon, el gurú de Donald Trump y uno de los líderes del movimiento internacional de extrema derecha del que forma parte el expresidente Jair Bolsonaro.
“Antes de las elecciones, decía que Lula era el tipo más peligroso del mundo. ¿Por qué? Porque lo que estaba en juego no era solo la elección de Lula aquí en Brasil. Lo que estaba en juego era el rol de Brasil a escala internacional”, explica.
“Es decir, lo que estaba en juego en la elección de Lula no era solo Brasil, sino el mundo. Y, evidentemente, un periódico que tiene corresponsales en varios países, y que logran traer esa perspectiva, es un periódico mucho más capacitado para cubrir la dimensión que tienen los hechos políticos dentro del propio país. Diría que el alma misma del periódico depende de esa amplia visión internacional. No creo que se pueda prescindir de eso”, defiende.
Y el proyecto alcanzó una nueva etapa en esa relación, con la traducción de sus contenidos al inglés y al español. Según Nina, la cuestión del internacionalismo siempre ha sido transversal a la concepción del periódico.
“Hoy [esta cuestión] gana quizás otra proporción, que es que somos capaces de traducir lo que ocurre en Brasil al exterior. Creo que, en aquel entonces, hicimos un movimiento de mirar el mundo. Por eso el eslogan es ‘Una mirada popular sobre Brasil y el mundo’, siempre lo hemos valorado. Pero hoy creo que ganó esa proporción de cómo nos disputamos una narrativa en el exterior”.
Referencia
Al evaluar los 20 años de existencia del periódico, Arbex considera que el proyecto es estratégico para la izquierda brasileña, ya que “es una alternativa concreta en relación a lo que dicen los grandes medios y que tiene esa historia acumulada”.
“Esto es un capital fundamental, insustituible desde el punto de vista de la formación de una opinión crítica en Brasil. Creo que Brasil de Fato ocupa hoy un lugar mucho más grande que lo que podría indicar un mero recuento estadístico de cuántos lectores tiene”, argumenta.
“Brasil de Fato es una conquista de los trabajadores brasileños. Así es como se debe mirarlo, así es como se debe defenderlo, y así es como debe seguir. Un patrimonio de los trabajadores brasileños”.
Docente universitario, Arbex habla de la importancia de tener un espacio como BdF para demostrar la posibilidad concreta de hacer periodismo independiente y profesional.
“Desde la universidad, nos enorgullece decir que nuestros estudiantes se están preparando para trabajar en un periódico como Brasil de Fato, en lugar de condicionarse a trabajar en los grandes medios”, comenta.
“Esto nos da una referencia, una referencia externa que ayuda a la universidad a medir la calidad crítica de su enseñanza. Es decir, brindamos herramientas críticas para quienes también quieran ir a Brasil de Fato. Si no existiera, ¿cuál sería nuestra referencia?”
Publicação de: Brasil de Fato – Blog